Hace apenas unos milenios atrás, el ser humano se alimentaba de plantas y animales para obtener todos los nutrientes necesarios, además no era constante. El hombre de las cavernas comía cuando había. Dicen por ahí, que el pasado siempre vuelve, la dieta paleo es una vuelta a las raíces, que busca reducir el consumo de carbohidratos procesados y refinados.
Les contamos que su función es, eliminar por completo los lácteos y los cereales, en esta dieta no es necesario contar las cantidades ni las calorías. La regla principal es dejar de comer cuando estemos llenos.
Mayormente la alimentación consiste en verduras acompañadas con pescados, huevos, carne y pollo. En menor escala frutas, frutos secos, semillas, hierbas y especias, se recomienda cinco comidas al día e ingerir tres litros de agua para eliminar toxinas.
Se hace hincapié en que se debe comer con moderación frutos secos, semillas y frutas, ya que son calóricamente densos y estimulan la producción de insulina, así mismo sostiene que se deben eliminar los aceites vegetales. Se puede consumir: vegetales, frutas, mariscos, carnes magras, nueces y semillas; y evitar: lácteos, azúcar, almidones, alcohol, granos procesados, gaseosas, entre otros.
Fue popularizada por el gastroenterólogo Walter L. Voegtlin en los años 70. Se basa en la premisa de que los seres humanos actuales están adaptados genéticamente a la dieta de sus antepasados del paleolítico, por lo que la dieta es ideal y mejoraría la salud de una persona. Los defensores de esta dieta sostienen que en la actualidad, las poblaciones que subsisten con dietas tradicionales -que en gran medida se parecen a la paleolítica- están en su mayoría libres de muchas enfermedades que sí afectan a otras poblaciones.
El régimen de nuestros ancestros, a base de carnes, vegetales y frutas, aparece con fuerza en el siglo XXI. Es el más buscado entre los que quieren estar en forma volviendo a la Era Paleolítica.